miércoles, abril 12, 2006

miércoles, abril 05, 2006

PeRRo aNDaLuZ


Hubo un beso. Mitad en serio, mitad en chiste. Y una escena bizarra en el baño del colegio el día de la primavera. Hubo, también un helado de agua compartido en un recreo. No mucho más.

Esos eran los elementos con los que yo armaba esta historia de amor.

Un sábado de octubre mi agenda se superpobló de compromisos. Dos cumpleaños de quince y una comunión. Mi orden de prioridades se vio drásticamente violentado cuando supe que Pablo estaba invitado a uno de los cumpleaños. Y allá fui.

La fiesta era un embole porque en realidad nadie soportaba a la chica que cumplía años. De hecho nos habíamos reunido todos para ir a comprarle el regalo y decidimos de común acuerdo regalarle lo más feo que encontráramos (aunque fuese caro). Así, terminamos llevándoles un gigantesco espejo con marco negro y la silueta de una mujer de los años veinte. Envuelto, claro, en un papel afiche anaranjado.

Yo sólo estaba ahí porque quería verlo a él. Apenas llegué lo busqué con la mirada. No estaba. Me instalé en uno de los balcones que daba a la calle, cual Julieta travestida. Lo vi llegar al poco tiempo. Llevaba puesta una camisa blanca a rayas y un pantalón ¿beige?. Subió y se quedó en el balcón conmigo.

Hablamos poco. Yo todavía no era un chico sociable, y mucho menos con los tipos. Y, con él, me pasaba algo totalmente extraño: me sentía cómodo e incómodo a la vez. Cómodo porque él se acercaba a mí de una manera genuina y me trataba como a un amigo. Incómodo porque lo amaba.

Todos los detalles de la fiesta perdieron trascendencia. Sólo recuerdo que sonaba Erasure una y otra vez. Y que las luces no se apagaban cuando la música empezaba a sonar.

Pablo se sentó en la misma mesa que yo y mis compañeros. Él tomaba cerveza , yo gaseosa. La mesa que nos había tocado en suerte era la mejor. Al menos para mí, porqu estaba con todos mis amigos y con él.

En un momento, estábamos los dos sentados en un sillón y Pablo empezó a quemar el apoyabrazos con un cigarrillo. Yo lo dejé hacer. Supongo que su maldad era leída por mí como rebeldía (o viceversa). Más allá de la lectura que haya hecho sobre esos pequeños gestos de chico malo, lo cierto es que me atraían.

Creo que esa fue la última fiesta en la que pasaron lentos. Y ahí estábamos nosotros, sentados en ese sillón, lejos de todo el mundo. Él quemando el apoyabrazos, yo totalmente extasiado mirando como se iba llenando de agujeros negros.

Algo tenía que sacarnos de esa situación antes de que los bomberos hicieran su aparición… Fue su comentario.

-Qué fea que es esa mina!

Se refería a una de mis compañeras que había pasado por adelante nuestro rumbo al baño. Una chica entrada en carnes y con una caripela no muy agraciada.

Yo me reí. Y no sé porqué le propuse que la sacara a bailar. El se rió, también. Sin embargo, esperó que la chica volviera y cuando estaba pasando nuevamente por donde estábamos sentados Pablo se paró y la tomó de la mano. Yo contuve la risa por un buen rato.

La canción terminó y Pablo volvió al sillón.

-¿Viste? ¿Qué me gané?
-Nada.
-Y ahora?
- Ahora qué?
-Ahora a quién saco?

Miré hacia las mesas. Ahí estaba ella sentada. Mi mejor amiga. La mejor alumna del colegio. (Aún hoy) mi hermana del alma.

Señalé hacia donde ella estaba. Hacia allá fue él.

Bailaron. Ella trataba de mantener las manos de Pablo lejos de su trasero. Esquivó varias veces los avances de él por darle un beso y la canción terminó.

Alguien me avisó que mi hermano había ido a buscarme. Me despedí y salí casi corriendo.

El lunes, cuando llegué al colegio, mi amiga me dijo que quería hablar conmigo. Yo no tenía idea de qué le pasaba, pero como era habitual que me contara todo lo que le pasaba, no me preocupé.

Cuando llegó el recreo nos quedamos los dos en el aula. En esos diez minutos entre matemáticas e historia me dijo que Pablo le había empezado a gustar. Me preguntó qué sabía yo de él. Me pidió su teléfono. Fue un momento extraño. Yo le conté que hasta hacía un mes Pablo había estado saliendo con una ex compañera mía (actual compañera de él) y le prometí que en el próximo recreo averiguaba el teléfono de Pablo.

martes, abril 04, 2006