viernes, noviembre 11, 2005

Pibito


Me descubro en vos. En tu facilidad para hacer amigos. En tus caprichos. En la mirada limpia. Me descubro, también, en esa pretendida calma con que te hacés el bueno. Y en tu generosidad esporádica. Y en tu egoísmo, también.

A veces tengo la impresión de que no sabés lo importante que sos para mí. Y es que no nos han tocado buenos tiempos.

Recordás las canciones que te cantaba? La de la señora que iba muy de paseo era tu favorita. Habíamos inventado entre los dos una tonta coreografía con las manos. En esa canción una señora le echaba la culpa a su sombrero de romper los faroles. De eso quiero hablarte. Si uno no asume sus responsabilidades se vuelve un ser impune y estúpido.

Ya sé, vas decirme que en la escuela te va muy bien, pero no te hablo de eso. A veces me da mucha bronca la información que te llega. Te escucho hablar como ellos, siempre con el eje puesto afuera. Y me da pena. Pena porque tengo miedo que pierdas tu generosidad y la sinceridad que tenés para con vos mismo.

A tu edad procesar la información es todo un reto. Sobre todo si los adultos mas cercanos eluden una a una sus culpas y te llenan de conceptos que no sabés cómo refutar. Qué puedo decirte... Siento que las palabras sobran y entonces, intento volverme presencia. Decirte acá esoy. Espero que me veas.

lunes, noviembre 07, 2005

Mierda


Mi sobrino tomaba su primera comunión. En mi casa corrieron hasta último momento con la ropa, la comida, el salón, las estampitas, los zapatos, los souvenires. Yo no hice nada, porque, simplemente, tuve una semana de locos en el trabajo. Tal vez por eso me vi semiobligado a asistir a la iglesia para presenciar cómo se manducaban la ostia.

No sé si estaré poseído o qué, pero entrar a una iglesia (católica, nunca entré a templo alguno de otra religión) me deja KO. Como si al traspasar las pesadas puertas de madera alguien me diera en la cara el puñetazo de mi vida. Así entré, mareado y con ganas de salir corriendo.
La iglesia es gigante. Poblada de santos cabezones y desproporcionados. Tan grande es y tan llena estaba que desde nuestra posición no escuchábamos nada. Sólo a un cura que se adivinaba viejo y se escuchaba puto.

Todo corría por los carrilles normales (supongo) hasta que hicieron formar a los chiquitos que tomaban la comunión y enfilar hasta la gente pidiendo plata. Una verdadera vergüenza. Lo peor es que mientras tanto, una vieja del estilo “Cantemos Odilia, Cantemos” decía por micrófono que la plata recaudada era para los niños pobres del Congo y de ¡Maracaibo!