lunes, noviembre 07, 2005

Mierda


Mi sobrino tomaba su primera comunión. En mi casa corrieron hasta último momento con la ropa, la comida, el salón, las estampitas, los zapatos, los souvenires. Yo no hice nada, porque, simplemente, tuve una semana de locos en el trabajo. Tal vez por eso me vi semiobligado a asistir a la iglesia para presenciar cómo se manducaban la ostia.

No sé si estaré poseído o qué, pero entrar a una iglesia (católica, nunca entré a templo alguno de otra religión) me deja KO. Como si al traspasar las pesadas puertas de madera alguien me diera en la cara el puñetazo de mi vida. Así entré, mareado y con ganas de salir corriendo.
La iglesia es gigante. Poblada de santos cabezones y desproporcionados. Tan grande es y tan llena estaba que desde nuestra posición no escuchábamos nada. Sólo a un cura que se adivinaba viejo y se escuchaba puto.

Todo corría por los carrilles normales (supongo) hasta que hicieron formar a los chiquitos que tomaban la comunión y enfilar hasta la gente pidiendo plata. Una verdadera vergüenza. Lo peor es que mientras tanto, una vieja del estilo “Cantemos Odilia, Cantemos” decía por micrófono que la plata recaudada era para los niños pobres del Congo y de ¡Maracaibo!

1 comentario:

Guzamadour dijo...

la ultima vez que fui a una iglesia fue para un bautismo y el cura dijo "es obligacion de los cristianos colaborar"
ver - gon - zo - zo