
“Te voy a echar un escupitajo que ni los lentes mersas que llevás puestos van a salvarte de quedar tuerta”, pienso y te digo que sí, que no, que bueno.
Barajo dos convicciones que moldean esta nueva templanza: la estupidez es un castigo en sí misma y nadie soporta más de lo que puede.
Trago el escupitajo, sonrío y sigo tipeando. Debe ser difícil ser vos.
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