viernes, marzo 31, 2006

GiGaNTe Deja Vu



Fue un flash. Me remontó a mis seis años. A la primera excursión que recuerdo. Estamos en Parque Roca y mis compañeros se van, todos juntos, a una cancha que queda algo lejos de donde estamos parando. Yo me retraso, no recuerdo por qué. Tampoco recuerdo si es que no quise ir solo o no me dejaron los maestros. Lo que sí recuerdo con claridad es que decido entonces, y con el permiso de mi maestra, dirigirme a una especie de laberinto gigante que está ahí­ cerca.

Creo que estoy tirándome por un caño al mejor estilo Batman cuando, desde arriba, las veo.

Tienen mi edad. Las dos llevan el pelo recogido. Una tiene los ojos grandes y las mejillas coloradas. La otra, el cabello más claro y los ojos achinados color miel. Son robustas. Más allá de eso, no hay nada en ellas que llame mi atención……Hasta que empiezan los gritos.

Tardo en identificar cuál de las dos grita. La chica con cabello más claro está de espaldas a mí. La otra le pega trompadas, de costado. En realidad, le da cachetazos con el puño cerrado. Se tiran del pelo hasta quedar con mechones enteros en sus manos. Se rasguñan hasta ajarse la piel.

Una de las dos cae y la otra empieza a darle patadas en la cabeza. Los gritos son cada vez más insoportables. Ya no sólo ellas se insultan; todos sus compañeros corean sus nombres. No sé cómo, ni quién lo dice. Sólo sé que lo escuché: son hermanas.

En ese momento pierdo, de pronto, la noción de cómo regresar. Estoy angustiado. Con la extraña sensación de que si no recuerdo el camino voy a quedar, para siempre, perdido en esta situación. Que los gritos van a ser eternos. Y que la sangre, que empieza a correr con furia desde la nariz de una de las nenas hasta la arena, va a terminar ahogándonos a todos.

No recuerdo qué pasó después. Si alguien las separó y si yo salí corriendo. Lo que si sé es que es uno de los recuerdos mas nítidos de mi niñez.

Hoy pasé por una situación parecida. Y me sentí perdido, también. Y la angustia me transformó en un títere de tul.

Hoy, apenas llegué, se agarraron a puteadas mis dos jefes, un hombre (padre) y una mujer (hija). Y de las puteadas pasaron a los golpes, que no vi, pero escuché. La acción se trasladó justo delante de mi escritorio en el preciso instante en que el hombre le acertaba un tremendo paraguazo a su hija en la espalda.

Un rato después, nada. Paz. Nada ha pasado.

Quiero huir de acá. Nunca tuve tan claro el camino de vuelta.

5 comentarios:

Mirko dijo...

Situacion dificiles de manejar: Que hago? me meto? los dejo que se maten?
Huyo? que hago?

mi otro yo dijo...

Que bueno que mezcles tus recuerdos con lo que no sabes que hacer. Me gusta la indecision de tu escrito.
Saludos!

la Editorial dijo...

Qué zarpado che...Aterrador cuando lo vive uno, no?Digo, el laberinto, estar perdido..
Pequeños traumas que vamos acumulando...Un laberinto lleno de eso....
Muy bueno el escrito che...
Santiago, nuevo por acá! Nos leeremos!
http://nocheinsomnia.blogspot.com

Anónimo dijo...

dejá que se maten y andate.

la Editorial dijo...

Jajaj qué ortodoxo lo tuyo :P