
Alguna vez me prometí no volver. Aquí estoy de nuevo, rodeado de árboles secos y estatuas entalcadas. Quieto. Fingiendo que espero que el viento me saque a bailar.
Voy envolviéndome con vendas enmohecidas. Con una precisión envidiable dejo al descubierto mis labios porque conozco su mala relación con el grito.
Y me recuesto sobre la tierra mojada. Y me dejo estar, desesperado. Y mis ojos no encuentran el camino hacia tu imagen.
Las ausencias se alivianan cuando las presencias horrorizan. Sé que voy a despertarme mañana sin vendas ni estatuas. Pero hoy estoy muerto de miedo.
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